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Sentidos (¿5?) o ¿Será mejor callar?

¿Que no pare la música?

¿Que no pare la música?

Me arrepiento de la frase con la que concluye mi anterior artículo, lo reconozco. Después de escribirlo he tenido alguna experiencia que si no nueva, sí me resultó irónicamente inoportuna: a las pocas horas de describir aquí mi nuevo sistema para acceder a mi colección de grabaciones nos encontrábamos comiendo en un restaurante de una ciudad de Castilla-La Mancha. La comida excelente, justo reconocerlo, pero aderezada con sonidos procedentes de los altavoces que todo restaurante que se precie tiene para hacer parecer peor las viandas a sus clientes..."Porque es NavidaaaaaAAAAaaad.......", gimoteaba la voz de Raphael a través de los parlantes.
"¡Manda huevos..!" es lo primero que me vino a la cabeza mientras mi chica musitó mirando hacia arriba: "¡que horror!". Uno de los transductores estaba justo encima de nuestras cabezas. La verdad es que la música se pone en los locales para preservar cierta intimidad entre mesas, al menos así lo he pensado siempre, pero lo que es bien cierto es que a partir del momento de la toma de consciencia de la contaminación acústica la cerveza del aperitivo sabe peor: no hay derecho.

Intentamos con escaso éxito abstraernos de los vómitos del sistema de audio mientras damos cuenta del primer plato y, como calculado, cuando llega el entrecot cambia el disco y aparece otro individuo que creo que llaman Bisbal cantando también abortos navideños arreglados a la americana. El entontecimiento espiritual que se respiraba en el restaurante hizo que me acordara de gente joven que tengo cerca -y por tanto conozco bien- y que son carne de OT, GH entre otras cosas, casos que me están haciendo elaborar una teoría que relaciona directamente lo que se oye con la calidad y profundidad (o falta de ellas) de pensamiento de estos adolescentes víctimas de nuestro espléndido sistema de esterilización mental y espiritual.

En un momento de rapto entre la chulería, la valentía y el humor que me provocan siempre estas situaciones llamé al camarero y le dije en voz lo bastante alta para que me oyesen las mesas circundantes: "esta porquería -señalando arriba- ¿te gusta a tí o a tu jefe?...". Después de un instante de sorpresa y duda el camarero, con un gesto simpático inclinó sin dejar de mirarme la cabeza rápida y levemente hacia donde estaba la barra, y supuestamente su jefe. Mi chica lanzaba a la vez una patada suave pero infructuosa por debajo de la mesa. Los dos gestos rapidísimos y combinados me produjeron ganas de reir: "déjalo, mira si es posible que la bajéis un poquito, por favor..." le dije. Al cabo de varios segundos me dí cuenta de que lamentablemente mi petición había sido aceptada de forma literal: el volumen bajó...un poquito. Al llegar al momento del café volvía Raphael de nuevo: el ciclo infernal otra vez, ¡macabro!.

Después de comer fuimos a comprar unos regalos a una gran superficie. El regalo que nos encontramos servido por la megafonía era una grabación de villancicos interpretados por niños que vociteraban como auténticos hijos de puta unos arreglos que parecían hechos por el que los engendró aquella noche tras pagar por un polvo altamente insatisfactorio. "Ande, ande, andeeeeeee.... la marimoreenaaaa". ¡Esos sonidos! y las caras de ferocidad tras los objetos de consumo que la mayoría de ciudadanos mostraban combinados ofrecían un cuadro ciertamente apocalíptico.
Confieso que en esas circunstancias me entran unas ganas locas de reír....¡locas! y me vuelvo un poco gamberro. Creo que me lo he de hacer mirar.

Modificado (17-I-07). No puedo evitar la cita de otra anécdota acaecida en un tren de cercanías de la capital del reino, y protagonizada por un buen amigo a quien yo acompañaba: sonaba una música que a pesar de ser de la mal llamada clásica -tontas y poco certeras etiquetas- nos molestaba por su volumen que juzgábamos excesivo. Mi amigo, persona de excelente formación y cultura (sí, también en lo musical),y más asertiva que yo en estos trances se dirigió al revisor con una educación exquisita requiriéndole para que hiciese el favor de bajar el volumen de la música. El revisor adujo que el sistema no tenía más que dos opciones: encendido y apagado, respuesta que hizo que mi amigo perdiese un poquito de su compostura replicando en un tono algo más imperativo que en ese caso le agradeceríamos que lo pusiese en... la otra posición. "¡Lo que pasa es que a Vdes. no les gusta la música!".

¡Vivir para oír!

¡Bendito silencio!

"Me gustas cuando callas porque estás como ausente..." (el mejor uso para esta frase, y perdón D. Pablo)

Cada vez me gustan más las películas que no tienen banda sonora, sólo el ruido de la vida, el ambiente, etc.

Sí, sí.. ya paro.....

4 comentarios

JuanLu -

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¿Casablanca sin música? :-(
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la música más famosa de Casablanca la tocan en la película, no suena por los altavoces del antro aquel.

De todas formas: mejor música sin Casablanca...

Igebelar -

¿Casablanca sin música? :-(

Igebelar -

¿Remedios? (te comento aquí tu última entrada en el blog de Kike). Creo que lo mejor es que sigas escribiendo como siempre lo has hecho. Este último post me ha parecido muy divertido y precisamente por eso no quise estropearlo con alguno de los comentarios que se me ocurrían, todos sin excepción muy pero que muy muy muy muy malévolos (supongo que muy en mi línea, je, je). De todos modos, no bajes la guardia "for if the flies", ¿ok?

Muxu goxoak.

Igebelar -

Nada, nada, no se te ocurra mirártelo. Reír es genial, ¿sabes? En cuanto a lo de tu teoría… bueno, casi mejor me callo, no vaya a ser que se inviertan los papeles y en lugar de ser tu chica la que te dé una patadita cariñosa, seas tú el que me propine un buen codazo a través del teclado, je, je.

Muxuk.