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Sentidos (¿5?) o ¿Será mejor callar?

Las Contra-Críticas (I). Beethoven sin alcohol, desnatado, o ambas cosas.

Con este artículo voy a iniciar una serie que dará cauce a algo que me apetecía enormemente: compartir unos cuantos tesoros por una parte, y por otra ponerme en un nivel diferente, opuesto en muchos casos de lo que es una reseña o crítica de las que aparecen (o podríamos decir "debían desaparecer") en la prensa escrita de cualquier medio.

Francamente añoro los tiempos en los que los críticos eran gente del oficio. Podría citar muchos ejemplos pero me conformaré con tres: Schumann, Berlioz y Debussy. Enumerarlos hace que me tiemble el teclado, y aunque soy del oficio también, no puedo -ni osaría- comparame con semejantes colosos. Por tanto me conformaré humildemente con cumplir una labor divulgativa que quiero que sea ilusionante pero también desmitificadora y -¿porqué no?- contestataria.


Hoy me detendré en la demolición y destrucción del espíritu de Beethoven.

 

Muchas veces he imaginado a un punk anti-sistema o cualquier personaje similar sentado en primera fila oyendo un concierto de esta música tocada con sentido y compromiso, y lo he visto al final  convencido de la vigencia, la fuerza y la validez del mensaje recibido.  ¿Es esto posible?, ¿puede una música concebida hace tanto tiempo mantener todavía su vigencia?. Depende... de cómo se nos ofrezca. ¿De dónde procede el desinterés hacia lo que fue en su momento revolucionario y sin embargo es hoy patrimonio de los sectores "bien pensantes" de la sociedad?. Ocurre que los aspectos más impactantes, inquietantes, "molestos" de esta gran música han sido "domesticados" por una tradición que confunde lo TRANSCENDENTE (dígase con la boca como llena y la voz engolada) con lo.... lento, lo noble con lo blando, lo elegante con lo cursi, lo elevado con lo inconsistente y, en fin, podría seguir y seguir hasta que blogia.com me cerrase la página. 

Cuando  voy a un concierto de música de Beethoven y veo a alguien del público relajado pienso que debería crearse una especie de policía estética que se llevase ignominiosamente al individuo de la sala entre movimiento y movimiento... o a los intérpretes. Si uno se quiere relajar va al campo o al terapeuta, punto. Beethoven es ese creador que quiere hablar desde la conciencia, desde el interior, desdeñando el compromiso con la facilidad o la comodidad a la hora de interpretar su música. Mientras en el s. XVIII la música tenía un componente aristocrático y era "polite" como dirían los ingleses, nuestro compositor opta por romper los moldes establecidos forzando el discurso, y uno de los aspectos donde más incide su revolución es el el tempo (para los no puestos: la velocidad a la que se interpreta la música). 

Se ha dicho siempre que los tempos de Beethoven son muy rápidos, incómodos, imposibles de seguir, disparatados. Es curioso que a el más grande de los compositores se le conceda la genialidad en el campo de la armonía, de la construcción formal, de la idea, del desarrollo; pero se piense que estaba errado al elegir la velocidad a la que quería que se tocase su música(¡!). Cualquier pollo que toque la batería en un grupo de haga bolos sabe si una pieza va demasiado lenta o demasiado rápida. Nuestro compositor no. ¿Quién está (h)errado, Beethoven, o los mediocres que no pueden tocar su música como está escrita?. 

(Continuará...esto no puede quedar así ¡de ninguna manera!). 

 

 

1 comentario

Igebelar -

Quedo en stand-by.