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Sentidos (¿5?) o ¿Será mejor callar?

Experiencias de un chico bondadoso con su suegro tocapelotas (XVII). Cuestión de nombres.

Experiencias de un chico bondadoso con su suegro tocapelotas (XVII). Cuestión de nombres.

A veces olvidamos que uno de los sonidos que más gusta oír es el de la música que nos designa e identifica. La sonoridad del nombre propio debidamente empleado provoca una corriente de cariño, de respeto. Es verdad que a veces nuestros tutores lo utilizaron sin diminutivos como compases iniciales de una "sinfonía de bronca", pero lo cierto es que todo el mundo estará de acuerdo en que la identificación del sujeto con su nombre está impregnada en las neuronas, casi -si fuera posible- en los genes.
Tanto es así que el animal racional hace miles de años que otorga nombre a sus compañeros domésticos no racionales, queriéndoles hacer compartir ese bien, el nombre propio utilizado como natural corriente de afecto.

A nuestro animal quasi racional (FIL) hace ya meses que la he dado por llamarnos con un seco "¡EH!", taponazo a presión casi pedo de fabada en culo prieto que demuestra el amor que nos profesa. Hasta el "maauuuuu" que nos dirige Bianca tocas las mañanas con su graciosa ronquera para pedir compartir algo del desayuno es más humano que aquel breve y déspota "¡EH!". Alguien argumentará que Bianca está con nosotros por la comida y que el animal no racional es egoista y no entiende de afecto. FIL está con nosotros por la comida, porque le hagan la cama, porque le pongan los calcetines (¡esa barriga!) y por tener compañía. Como se puede ver está por más cosas que Bianca, pero son todas cosas del egoismo animal... definitivamente me quedo con la gata, no voy a ser hipócrita. El paso de ese pequeño ser de cuatro patas y pelo suave nos ha proporcionado en cuatro años más alegrías y momentos agradables que los casi 18 años que llevamos con FIL. A Bianca sólo le falta poder decir nuestro nombre. FIL podría, poder podría.

De buena mañana, si nuestro héroe se levanta de roncar y me ve trajinando en el banco de la cocina inmerso en alguna labor culinaria me descarga un ¡FIDEUÁ! que sustituye al pertinente y tan agradable "buenos días". Es como un eructo de deseo del plato que le gustaría comer a mediodía. Como es gandul para entonar la fórmula de la interrogación con su característica elevación de tono le suena como afirmación aunque a mí me suena a agresión. A veces ni contesto, pero sin excepción cocino otra cosa y si es posible que no le guste en absoluto en lugar de la mentada fideuá que me prestó el nombre propio por un momento.

De repente me entra la risa floja: mi cuñada se debe llamar "tortilla de patata" el mes que FIL está con ella. Realmente le sale fenomenal.

p.d. Nosotros a FIL le llamamos por su nombre, que no es "FIL" claro está. A mí a veces se me escapa un "¿por dónde anda el cabestro de tu padre?", o un "¿dónde está el premio Nobel de la concordia familiar?", sarcasmo y mala leche, puede ser, puede ser.

7 comentarios

JuanLu -

Lo de patatita tiene mucha gracia pero está en el punto justo entre lo cariñoso y lo ridículo... peligroso

Igebelar -

Kaixo Alguien:

Yo diría que JuanLu me ha descrito como una especie de planta carnívora en horas bajas. No le voy a quitar la razón porque le encanta (¿suele encantar?) tenerla, je, je.

Por cierto, me ha encantado lo de "patatita" (buenísimo).

Muxu bat.

Igebelar(txu)

JuanLu -

je, je... parece que hemos vuelto de vacaciones, así me gusta.
Veamos querido nenúfar, a tí te gusta Enrique, pero la carga subjetiva que tiene para Quique es lo que cuenta, ciertamente. Inriquito viene de un chiste que no sé si conoces pero que años ha me hizo reír, por si lo conoces y no te suena Inriquito es diminutivo de... no, no te lo cuento que si no "cago" el chiste. Por otra parte es verdad que hay nombres que en principio son anodinos y que luego al identificarlos con personas atractivas o entrañables cobran hasta una sonoridad distinta. Yo no tengo descendencia, pero con la crisis que hay si la tuviera llamaría a mis hijas Jennifer, Vanessa -las dos s son irrenunciables- o lindezas como Ashley o Jenna, así al dedicarse al único oficio que podrían ejercer según va todo no tendrían que cambiarse el nombre propio al abrir un establecimiento con muchos tubos fluorescentes morados azules y verdes en plena carretera. Si fueran chicos les llamaría de manera que pudieran dedicarse tambien a lo mismo o a triunfar en programas tontos de televisión, que lo mismo da.

Alguien es un nombre un tanto... impreciso, indeterminado, pero es original, sin duda. Porque lo entrecomillado no lo escribes tú, sino que lo citas, que si no Igebelar atacaría pronto, lo sé, porque espera a que se produzca una afirmación para contrarestarla, como está en baja forma le voy a dar pistas (que es como echar cañamones a ver si pica...), por ejemplo afirmar que una práctica tiene el resultado tal sin poner el "suele" delante es perfecto para que nuestro querido nenúfar salte del agua a la yugular de la idea. Por otra parte creo que (creo... eh?) todos utlilizamos el diminutivo cariñosamente y muy pocas veces despectivamente, y muchas de estas cuando la persona no está presente. Además llamo la atención acerca de los distintos grados "tonales" del diminutivo. "Cancioncilla" no llega a ofender como "cancionzucha", si es que tal diminutivo-despectivo existe, yo si lo uso, y muchas veces.

Hablando del tono resulta que acaba siendo casi (casi) lo más importante: "xiqueta" depende quien te lo diga puede ser incluso ofensivo o cariñoso, pero a tí no debería hacerte sentir distinta ni para bien ni para mal. A mí últimamente me dicen: "¡tío... estás igual!", y aparte que no es verdad es que me la repanpinfla.

ósculos a todos

(¡qué nombre más feo!)

Alguien -

Hola, pues ahí va lo que he encontrado casualmente en un libro que me estoy leyendo, uno de esos catalogado por la mayoría como un poco "rarito":

"Nombres y diminutivos que a menudo se usan como signos inocentes de afecto tienen el resultado de evocar con prepotencia en quien los recibe, partes muy jóvenes y no desarrolladas, empujándolo a identificarse con ellas. Cunado uno se deja llamar Pucci, patatita... el organismo responde empequeñeciéndose. Y al revés, cuando uno se dirige a las personas con diminutivos cariñosos y vocecitas afectadas, se vuelven pequeños los otros. Nada de malo, en un momento de ternura, y sobre todo si es lo que se necesita. Más arriesgado es hacerlo sin darse cuenta, porque inconscientemente se puede acabar atribuyendo al otro toda la parte adulta o infantil de uno mismo, y no es conveniente."

A mí, me gusta a veces que mi hermano menor me llame con un diminutivo de mi nombre, es como que me convierto por un momento en hermana menor, también cuando lo utiliza mi hermana menor me gusta. En cambio, no me gusta que me llamen "xiqueta", porque ya no lo soy, y me hace sentir inmadura, que tampoco lo soy. La cuestión es cómo decirle a la persona en cuestión que eso no me gusta, pues encontrando el momento adecuado y diciéndoselo, si más, a mí me funciona.

Besicos, Alguien.

Igebelar -

Kaixo!!!

Pues a mí sí que me gusta el nombre de nuestro Enrique. A veces no es fácil saber por qué nos gusta un determinado nombre, ¿no creéis? Simplemente, nos gusta o no nos gusta. Incluso también pasa que un nombre que en un principio no nos gustaba demasiado, o nos era totalmente indiferente, llega a convertirse con el tiempo en un nombre que nos despierta un determinado afecto y, por ende, llega a gustarnos. Sospecho que por ahí van los tiros en este caso: tengo un amigo con el mismo nombre que es un verdadero encanto. Ese tipo de razones "afectivas" siempre condicionan bastante. Por cierto, Enrique/Enrike/Kike/Man.., yo siempre me he preguntado de dónde venía lo de Inriquito ;-)
En cuanto a nuestro querido anfitrión, Juan Luis/JuanLu/Jon Koldo (también conocido últimamente con el alias de “Fideuá”), sólo decirte que tienes razón: es una verdadera pena el tema de la auto-contención. JOOOOOOOOOOOOO.

Muxuk.

JuanLu -

¡Hola amigo!

Sí, es curioso, ya lo creo. De hecho un tema que no está aclarado en mi artículo y sería digno de estudio es el de la sustitución "cariñosa" del nombre propio. Ahí hay una serie de muletillas, ya sabes, el "cielo", "cariño" y otras más sutiles o menos sutiles.
También los diminutivos y/o alias... pero veo que en eso eres experto por experiencia propia.

La realidad supera la ficción porque entre otras cosas este blog se impone auto-contención. Sin ese control te aseguro que tendría 3000 visitas diarias. ¡Qué pena!, ¿verdad?.

p.d. A ver si venís ¡leñe!.
Un abrazo

Inriquito -

Pues fíjate que yo debo de tener un problema gordo por esa razón, porque en casa (y en toda mi familia) nadie me ha llamado Enrique jamás, siempre he sido "Man" (mote que tiene su historia que quizá contaré otro día). Y mi mujer, no sé por qué extraña razón, no acostumbra a llamarme por mi nombre; no sé como lo hace, pero no hay en absoluto falta de respeto o de cariño en ello, simplemente se dirige a mí de maneras misteriosas en las cuales no tiene que pronunciar mi nombre. Y mi hija me llama papá...
...será por eso que no me gusta el nombre Enrique, y no se lo pondría a un hijo mío.

Por otra parte, tú siempre has sido JuanLu para mí, aunque sueles firmar así en muchos sitios, incluído este blog.

Curioso este asunto de los nombres.

Besos,

Enrique

P.D. El otro día comentaba con Sofía, que la próxima vez que vayamos a tu casa, si vemos a FIL nos va a entrar la risa floja nada más verlo, no sé si nos vamos a poder controlar, porque de seguro la realidad superará a la ficción blogosférica más ácida... Igual se nos escapa llamarle FIL y todo. :-)